martes, enero 17, 2006
La odisea. El post. Alemania - Austria.
Dejamos atrás la gasolinera sin pensar en ningún momento en dar la vuelta o retroceder. Nos encontrábamos en St. Moritz, Suiza. No podíamos superar los 50 km/hora por las cadenas. Pero os aseguro que, todavía con el susto en el cuerpo, tampoco nos apetecía.
Rodeados de nieve
Smart Magnum
Al día siguiente tocó reparar la cadena, limpiar el Smart de nieve, que no es tarea fácil. Afortunadamente la chica que movía los hilos en el motel nos ayudó desinteresadamente facilitándonos herramientas y un techo bajo el que limpiar el Smart. Acabó de caer en la cuenta de que tanto el hotel como el coche eran Smart, ¿casualidad? Nuestro más sincero agradecimiento a aquella desconocida.
La tormenta continuaba, quizás con menos fuerza que el día anterior, pero fuimos más prudentes y decidimos volver, pero esta vez tomando las autopistas y carreteras principales. Auguramos un regreso de lo más tranquilo, una vez alcanzaramos la primera autopista.
Pero antes de hacerlo, la cadena recién reparada se rompió nuevamente. Circulamos como pudimos hasta la siguiente gasolinera en la que no habían cadenas con las medidas de nuestras gomas y no podían reparar la cadena rota. Avanzamos algún kilómetro más, con serias dificultades, hasta que encontramos, no sé bien como, a un señor que tenía una especie de taller y hablaba una especie de inglés. Nos vendió unas cadenas bastante económicas y con estas ya estábamos seguros de llegar a casa.
No iba a ser tan fácil. La cadena nueva no duró ni 5 kilómetros. No la había ajustado con la suficiente tensión y se rompió el mecanismo que la mantenía atada a la goma. Usamos la otra cadena del juego y continuamos. Os aseguro que cambiar una cadena a tan baja temperatura puede ser toda una pesadilla.
Los Alpes aún nos deparaban una pequeña sorpresa. Una cola kilométrica de vehículos nos impedía el paso. Es increíble la paciencia que tienen por estas tierras. A los 5 minutos de espera, sin saber que pasaba, estaba desesperado... y nadie se movía de su automóvil, ni siquiera se veían caras de impaciencia. Decidí averiguar que pasaba. Me abrigué hasta las cejas, dejé a Jenni al volante y me lancé a la carretera. Tras media hora caminando seguía viendo a lo lejos la cola. Pude encontrar a un inglés que volvía del inicio de la misma y me dijo que una avalancha había cortado la carretera y que al menos harían falta varias horas para despejarla. Cerca de las 18.00 horas tomamos la decisión de dar la vuelta y hacer noche en el primer pueblo que encontrásemos. Una noche en Austria. Una noche en Reute.
Una noche en Reute
Encontramos un hotel de lo más acogedor, donde disfrutamos de una suculenta cena a un precio realmente asequible. Por un momento olvidamos los precios prohibitivos de Milán y nos dimos un homenaje. Una noche con el lujo de aquella justificó la marcha atrás.
Parte posterior del hotel
El día amaneció soleado, pero seguía haciendo demasiado frío como para que los pajarillos cantasen. Reanudamos el regreso con la certeza de que no existirían más contratiempos. Nunca digas nunca jamás. Poco antes de alcanzar la autopista se rompió la otra cadena, seguro que ya habéis perdido la cuenta del número de cadenas que hemos utilizado, roto, reparado... En definitiva, no nos quedaban más cadenas y la impotencia nos podía. Decidimos quitar las cadenas y avanzar con la mayor prudencia posible hasta alcanzar la autopista. Y así hicimos.
La autopista ya estaba completamente limpia de nieve. Sin las cadenas me sentí como Forrest Gump cuando se deshizo de aquellos aparatos que le impedían correr. Pero los hados nos guardaban una última sopresa. El agua del limpiaparabrisas se había congelado, y la luna delantera se ensuciaba cada vez que nos adelantaba un vehículo. Con el sol de frente y las gotitas en la luna no se veía nada. Demonios. No veíamos con la nieve, no veíamos con el sol. Cada 4 - 5 kilómetros nos deteníamos en el arcén para limpiar la luna hasta que, ya en territorio italiano, se descongeló el agua del limpiaparabrisas.
Rumbo a Milán, rumbo a casa.
A ver Fito, te gastaste un par de cojones que no veas... Bueno, al final lo pudiste contar.
Espero ansioso tu post sobre cruzar la jungla amazónica en bicicleta.
Esta frase, literalmente, me ha encantado: "No pensamos ni de donde veníamos ni a donde íbamos. Simplemente disfrutamos aquella noche y valoramos las comodidades de las que disfrutamos a diario."
Pero esos viajes tan agónicos siempre tienen un lado muy bueno: disfrutar de la compañia.
Espero que los demás viajes que hagas no sean tan puñeteros como éste.
yo tb llevaba un par de dias sin leerte pero tal y como lo veo, has estado bien ocupado.
Pues gracias a dios que el smart era pequeñito, menos peligro y mas arrejuntaicos ..jeje
sabias que mi novia es italiana? si, es de la region del molise, entre roma y napoles pero tirando para el adriatico, en la ciudad de campobasso.
por suerte la tengo aqui en tunez conmigo, asi que si os quereis pasar por aqui ... los vuelos son baratos ... y no hace tan mal tiempo!!
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