martes, enero 31, 2006

 

Friuli-Venezia Giulia

Febrero. El mes más corto del año. Si no habéis empezado, poned en marcha la maquinaria para cumplir todos aquellos planes, propósitos y deseos que os hicísteis antes de comenzar el año.

Yo estoy en ello. Poco a poco. Sin estres pero progresando. Piano, piano.

Un enorme abrazo a tod@s aquell@s que estáis leyendo. Porque me apetece.

Ahora unas imágenes de Friuli-Venezia Giulia, región de Italia más bien poco conocida. A los futboleros les sonará el equipo más representativo de la zone, el Udinese, y a los amantes de la historia supongo les resultarán familiares Palmanova, una fotaleza en forma de estrella de nueve puntas, o Aquileia, gran puerto de finales de la época romana. Los más religiosos habrán oído hablar de la Virgen de Castelmonte.

Pero lo mejor en esta ocasión fue la compañía de Marco, mi compañero de piso y nato en Udine. Jenni y yo nos quedamos en su casa, en compañía de sus padres y familiares en unas fechas tan entrañables, entre el 5 y el 7 de Enero. Nadie mejor que ellos para hacernos disfrutar de la gastronomía, viticultura y paisajes de la región.


Retazos


Santuario Beata Vergine di Castelmonte

Pequeño pueblo al abrigo de los Alpi Giulie, en tierra Friulana, a unos 7 km de Cividale del Friuli y en las cercanías de la frontera con Eslovenia, en el comune di Prepotto.



Città di Cividale del Friuli

Por las calles de esta ciudad se escenifica cada 6 de enero la entrada del Patriarca Marquardo von Randeck el 6 de Julio de 1336. Cómo lo viven.


Grado, isla del sol

Aunque nosotros llegamos con el sol casi poniéndose. Esta isla está unida al continete por una autopista que atraviesa una laguna poco profunda.


Udine

La ciudad está situada en el centro de la región. Se narra que el montículo del castillo de Udine, al fondo de la imagen, se levantó con tierra transportada en los cascos de los soldados de Atila para permiterle ver Aquileia en llamas.

Hay muchas reminiscencias Venecianas en esta ciudad. El reloj con los dos moros a mi espalda es una réplica exacta del que se levanta en Piazza San Marco.


Gemona del Friuli

Tristemente alcanzó popularidad tanto en italia como en el mundo por ser la capital del terremoto de 1976. Se reconstruyó gracias a la solidaridad nacional e internacional y al fuerte apego a su tierra de los propios habitantes.

Casi el 100% de la ciudad se vino abajo. Nadie lo diría porque la han reconstruído usando materiales y diseños que reproducen los primigenios.


No puedo cerrar este post sin dedicar un fuerte abrazo y un sincero agradecimiento a la familia que de tan buena gana nos acogió en estas fechas tan especiales. Nos hicieron sentir como en casa.


martes, enero 24, 2006

 

Fin de año. Cambio de look.

Pues sí. Inexorablemente después del 30 de Diciembre cada año llega el 31 y toca cambiar de año, plantearse nuevas metas, soñar hacer de este un mundo mejor, etc., etc. Yo me conforme con cambiar de look.

Aprovechando que tengo en casa una peluquera exquisita, y siendo consciente de lo a pecho que se iba a tomar este trabajo, decidí cortarme el pelo. Decisión que había tomado hace tiempo pero que por una razón u otra había pospuesto. Y así quedé.


Igual no es la mejor foto, pero hasta dentro de mucho tiempo solo me veréis con el pelo corto. Se admiten todo tipo de burlas, alagos y críticas.

Seguidamente al corte de pelo vinieron las prisas: tocaba ponerse las mejores galas y correr a casa de Eva para hacer la cena y comer las uvas. En Italia no tienen por tradición comer uvas con las campanadas, sino cenar lentejas. Eva se las arregló para sintonizar una emisora española y tras una copiosa cena, que dio para cenar al día siguiente también, despedimos el año viejo y dimos la bienvenida al nuevo a la española.

Luego tocaba fiesta y elegimos para esa noche MyBali, que debe ser el único garito que tengo cerca de casa. Nos presento. De izquierda a derecha:


La noche dio para mucho: alcohol, brindis, música, baile, brindis, disputas, tensión, alegría, más brindis, fotos ...


Pero todo llega a su fin y nos tocó volver a casa. Con la sensación de timo en el espíritu porque nos habían confirmado que la fiesta acababa sobre las 7.30, algo inusitado en esta ciudad a lo largo del año, y a las 6.00 ya nos estaban echando. Ahora, que mi cuerpo lo agradeció enormemente.



viernes, enero 20, 2006

 

Un 30 de Diciembre

There is one quality that one must possess to win, and that is definiteness of purpose, the knowledge of what one wants and a burning desire to achieve it - Napoleon Hill

Estoy leyendo un libro que se titula Eat that Frog de Brian Tracy. El libro ofrece una serie de consejos prácticos para maximizar la productividad o aprovechar el tiempo, como quiera verse, centrándose en objetivos. ¿Por qué he decidido leer este libro? Porque estoy cansado de intentar hacer n-cosas a la vez y tener que preguntarme a mí mismo cada media hora qué estoy haciendo. ¿No os ha pasado nunca?

Por otro lado quiero compartir con vosotros un poquito de Milán nevado, un día secundón, el 30 de Diciembre, tan cerca del final del año pero que sin embargo no es nada especial. ¿Acaso no es también un día importante, distinto y significativo? Pues como cada día de nuestra vida, donde lo cotidiano roba protagonismo a la intensidad de sentirse vivo.

Acompañadme desde casa al trabajo, un día cualquiera en Milán, otro día significativo en nuestras vidas. Cuando salgo de casa, salvo unos 50 metros de acera congelada sin patines, llegando al parque Aspromonte. Pequeñito, pero juguetón.


Poco después de atravesar este parque llego a la estación de metro y tras solo tres paradas vuelvo a la superficie justo delante de otro parque, i Giardini Pubblici, a todos los efectos pulmón del núcleo de la ciudad.



En 15 minutos me pongo en la oficina, siempre bordeando el citado parque, teniendo tiempo para hacer el tonto emulando a Gene Kelly en Cantando bajo la lluvia; pero con nieve, que tiene más mérito. ¿Quién es la chica que aparece en el cartel tras de mí?

La que se esconde bajo el paraguas es Jenni, pero que la nieve la azote la cara, a pesar de sus propiedades terapeúticas, no es una de sus pasiones. Para los adictos a http://diplomaticos2005.blogspot.com: ¿a la bicicleta nevada de qué compañero becario os recuerda la que aparece en esta foto?



jueves, enero 19, 2006

 

Nochebuena en Venecia

A eso de las 14.00 horas una espesa niebla ha comenzado a cubrir Milán. Hoy estoy seguro de que es niebla, porque otros días se puede confundir con polución. Este efecto atmosférico me trae a la memoria aquel año que visité Venecia. Creo que fue en el 2005...

En nochebuena no volvíamos a nuestra tierra, a Canarias. Este año debíamos vivir nuestra primera navidad fuera de casa, y elegimos como destino Venecia. Se podría pensar que es una época poco adecuada por el frío, pero nada más lejos de la realidad...

No os voy a contar nada que no sepáis de Venecia. En este mismo blog tenéis otro post dedicado a esta ciudad tan particular. El día 24 llegamos a Venecia que nos recibió con una mañana soleada pero fría.


Era la primera vez que venía con Jenni a esta ciudad, lo que le daba a esta visita un aliciente especial. Disfruté viéndola pasear entre canales y posando cual sirena, eso sí, con plumino. ¿Os imagináis una ciudad moderna sin asfalto, coches, motos, autobuses, ...? Es difícil.

No podíamos dejar de visitar la plaza de San Marco, emblema de la ciudad. Yo, muy orgulloso de mi signo zodiacal, no pude evitar posar junto a un congénere marmóreo. En el fondo somos gatitos, pero que nos gusta rugir.


Desde lo alto de la Basílica de San Marco se puede disfrutar de una panorámica de toda la plaza San Marco, o casi toda. Es preciosa. Cuando nos tomaron esta foto estaba casi vacía, pero podéis ver al fondo como cae la niebla. Y es que esta ciudad, aunque parezca que desvarío, es preciosa bajo la niebla, casi mágica. Es una lástima que no tenga una cámara decente, porque todas las fotos que saqué al caer la noche, de los canales y las callejuelas entre brumas, cual Londres victoriano, son de una calidad lastimosa.

Hicimos noche en un hotel con decoración del siglo XVII, en la que de niño había vivido Marco Polo; impresionante. El momento nostálgico llegó al hablar con nuestras familias. Cómo se les echa de menos, sobre todo en fechas tan señaladas. No pudimos disfrutar ni del marisco ni del cerdo con los nuestros, pero sí que saboreamos unas buenas pizzas y vivimos juntos nuestra noche buena particular.

Al día siguiente, a poco de despertarnos y cruzar el puente Rialto (nuestros aposentos eran cercanos) nos asediaron los gondoleros. Tras un duro regateo conseguimos un paseo en góndola en exclusiva para nosotros. Confieso que me parecía de lo más blando hacer tal paseíto. Pero cuando te vez dentro, con toda una góndola y su gondolero a tu disposición, surcando los canales, entre palacios con siglos de antigüedad, abrazado a tu pareja...No dejéis de hacerlo, por típico que os parezca.

Tras patear Venecia de cabo a rabo embarcamos rumbo a Lido, ¿os suena? Pues allí se celebra la famosa muestra internacional de cine de Venecia y... tiene carreteras. Es una isla pequeñita y alberga la playa de Venecia. ¿Playa? Bueno, se le asemeja bastante en el concepto.

Si os animáis a hacerme una visita y no habéis estado en Venecia os obligaré a hacerlo. Con suerte por unos 20 € y unas 7 u 8 horas de tren desde Milán corroboraréis aquello que véis.

martes, enero 17, 2006

 

La odisea. El post. Alemania - Austria.

Y es que Alemania era nuestro destino. Si no habéis leído el post anterior o no lo recordáis, salimos de Milán destino a Rothenburg ob der Tauber(Alemania), a visitar unos mercados de Navidad. Tras un desafortunado, miento, afortunado incidente, acabamos en una gasolinera Suiza colocándole las cadenas al Smart. Continuo el relato desde este punto.

Dejamos atrás la gasolinera sin pensar en ningún momento en dar la vuelta o retroceder. Nos encontrábamos en St. Moritz, Suiza. No podíamos superar los 50 km/hora por las cadenas. Pero os aseguro que, todavía con el susto en el cuerpo, tampoco nos apetecía.

Rodeados de nieve

Cruzar los alpes se nos hizo interminable. Bajábamos, subíamos, seguiamos las indicaciones del mapa minuciosamente: autopistas estatales, carreteras regionales, pistas de esquí... Por fin alcanzamos la frontera austriaca. Ya nos quedaba menos. Pero había anochecido, eran las 17.00 horas, no os equivoquéis, y seguir se complicaba un poco más. Pero estábamos dispuestos a todo, así que continuamos.

La bajada de los Alpes fue terrible. La tormenta de nieve comenzó a arreciar con más fuerza que nunca. La mayoría de vehículos, aún con sus gomas de invierno, se detenían en los arcenes a colocar las cadenas. Ver camiones de más de 6 metros de largo cruzando aquellas montañas a pesar de la tormenta es digno de contarse. No sé cuanto tiempo estuvimos descendiendo; solo recuerdo que no veía más allá de la luz de los focos del smart, solo nieve que caía a veces de frente, a veces de lado, que incluso a veces nos obligaba a detenernos.

Por fin terminamos de descender y creció nuestro ánimo. El estado de las carreteras no parecía mejorar pero se atisbaba la civilización allá donde mirásemos, siempre con la imponente figura de la cordillera a nuestro alrededor. Hicimos una parada en otra gasolinera para tomar un café y confirmar que seguíamos el buen camino. Poco después llegábamos a Alemania, pero la cosa no mejoró.

¿Dónde está el bienamado asfalto?

Alcanazamos la autopista que nos llevaba hasta Rothenburg ob der Tauer, nuestro destino, pero estaba completamente nevada. Era la 1.30 de la madrugada, pero seguíamos convencidos de no detenernos. Pero no estábamos predestinados a decidir. Una de las cadenas había sufrido demasiado y decidió que el mejor momento para romperse era aquel, en medio de una autopista alemana vacía en medio de la noche. No podíamos continuar. Debíamos quitar la cadena para evitar daños mayores al vehículo. Debíamos estar entre -5º y -10º. Con los guantes no se podía quitar la cadena. Los dedos tardaban menos de 1 minuto en amoratarse y perder la sensibilidad, no exagero. A los 15 - 20 minutos apareció un automóvil que se detuvo a nuestro lado y, con un alemán de lo más exquisito, los ocupantes del mismo intentaron averiguar que nos pasaba. ¿Vosotros sabéis alemán? Me hubiéseis sido de gran utilidad.

En resumen, que al final conseguimos quitar la cadena y, ante la imposibilidad de hacer muchos kilómetros sin cadena en una goma y la hora que era, nos aconsejaron hacer noche en una ciudad cercana, Kempten. Nada más entrar en la ciudad me para un coche patrulla: estaba conduciendo con las luces apagadas. Afortunadamente solo me lo advirtieron y además me indicaron como llegar a un hostal: Smart Motel. Una bendición en medio de la tormenta. Eran ya casi las 3 de la madrugada, pero este motel está completamente automatizado. Tiene una especie de cajero a la entrada en el cual eliges las noches que quieres quedarte, metes la tarjeta de crédito y te expende una tarjeta que te abilita el acceso al motel y a la habitación.

Nunca había estado tan a gusto en la habitación de un hotel. Calor, comodidad, cama y la mejor compañía. No pensamos ni de donde veníamos ni a donde íbamos. Simplemente disfrutamos aquella noche y valoramos las comodidades de las que disfrutamos a diario.

Smart Magnum

Al día siguiente tocó reparar la cadena, limpiar el Smart de nieve, que no es tarea fácil. Afortunadamente la chica que movía los hilos en el motel nos ayudó desinteresadamente facilitándonos herramientas y un techo bajo el que limpiar el Smart. Acabó de caer en la cuenta de que tanto el hotel como el coche eran Smart, ¿casualidad? Nuestro más sincero agradecimiento a aquella desconocida.

La tormenta continuaba, quizás con menos fuerza que el día anterior, pero fuimos más prudentes y decidimos volver, pero esta vez tomando las autopistas y carreteras principales. Auguramos un regreso de lo más tranquilo, una vez alcanzaramos la primera autopista.

Pero antes de hacerlo, la cadena recién reparada se rompió nuevamente. Circulamos como pudimos hasta la siguiente gasolinera en la que no habían cadenas con las medidas de nuestras gomas y no podían reparar la cadena rota. Avanzamos algún kilómetro más, con serias dificultades, hasta que encontramos, no sé bien como, a un señor que tenía una especie de taller y hablaba una especie de inglés. Nos vendió unas cadenas bastante económicas y con estas ya estábamos seguros de llegar a casa.


De regreso...¿o no?

No iba a ser tan fácil. La cadena nueva no duró ni 5 kilómetros. No la había ajustado con la suficiente tensión y se rompió el mecanismo que la mantenía atada a la goma. Usamos la otra cadena del juego y continuamos. Os aseguro que cambiar una cadena a tan baja temperatura puede ser toda una pesadilla.

Los Alpes aún nos deparaban una pequeña sorpresa. Una cola kilométrica de vehículos nos impedía el paso. Es increíble la paciencia que tienen por estas tierras. A los 5 minutos de espera, sin saber que pasaba, estaba desesperado... y nadie se movía de su automóvil, ni siquiera se veían caras de impaciencia. Decidí averiguar que pasaba. Me abrigué hasta las cejas, dejé a Jenni al volante y me lancé a la carretera. Tras media hora caminando seguía viendo a lo lejos la cola. Pude encontrar a un inglés que volvía del inicio de la misma y me dijo que una avalancha había cortado la carretera y que al menos harían falta varias horas para despejarla. Cerca de las 18.00 horas tomamos la decisión de dar la vuelta y hacer noche en el primer pueblo que encontrásemos. Una noche en Austria. Una noche en Reute.

Una noche en Reute

Encontramos un hotel de lo más acogedor, donde disfrutamos de una suculenta cena a un precio realmente asequible. Por un momento olvidamos los precios prohibitivos de Milán y nos dimos un homenaje. Una noche con el lujo de aquella justificó la marcha atrás.

Parte posterior del hotel

El día amaneció soleado, pero seguía haciendo demasiado frío como para que los pajarillos cantasen. Reanudamos el regreso con la certeza de que no existirían más contratiempos. Nunca digas nunca jamás. Poco antes de alcanzar la autopista se rompió la otra cadena, seguro que ya habéis perdido la cuenta del número de cadenas que hemos utilizado, roto, reparado... En definitiva, no nos quedaban más cadenas y la impotencia nos podía. Decidimos quitar las cadenas y avanzar con la mayor prudencia posible hasta alcanzar la autopista. Y así hicimos.

La autopista ya estaba completamente limpia de nieve. Sin las cadenas me sentí como Forrest Gump cuando se deshizo de aquellos aparatos que le impedían correr. Pero los hados nos guardaban una última sopresa. El agua del limpiaparabrisas se había congelado, y la luna delantera se ensuciaba cada vez que nos adelantaba un vehículo. Con el sol de frente y las gotitas en la luna no se veía nada. Demonios. No veíamos con la nieve, no veíamos con el sol. Cada 4 - 5 kilómetros nos deteníamos en el arcén para limpiar la luna hasta que, ya en territorio italiano, se descongeló el agua del limpiaparabrisas.

Rumbo a Milán, rumbo a casa.


lunes, enero 16, 2006

 

La odisea. El post. Suiza.

La historia comienza un 16 de diciembre. Éranse una pareja de canarios, Jenni y yo, dispuestos a visitar los mercadillos navideños de Rothenburg ob der Tauber, Norimberga y Monaco di Baviera. Importante resaltar canarios, por lo habituados que están a desenvolverse en condiciones atmosféricas adversas y frías. Como las conexiones aéreas y ferroviarias no eran convenientes decidieron alquilar un coche, un Smart forfour para concretar.

Además, ansiosos por conocer hermosos parajes con vistas panorámicas de ensueño, optaron por no tomar la autopista, sino atravesar pueblos y ciudades utilizando carreteras regionales. Un día soleado como pocos, no en vano las previsiones meteorológicas estimaban que se avecinaba un fin de semana con buen tiempo. ¿Desde cuándo hacemos caso a las previsiones meteorológicas?

El trayecto hasta llegar a Suiza fue perfecto. El sol brillaba y según nos acercámos a los Alpes, la nieve lo cubría todo a nuestro alrededor. Nunca habíamos visto más de 2 cms de nieve en nuestra isla, así que nos parecía de ensueño todo cuanto veíamos, como esos pequeños pueblos entre lagos y montañas de una altura temible.


Según ascendíamos la montaña el sol iba desapareciendo y la presencia de nieve aumentando, pero fascinados por las vistas no eramos conscientes de hacia donde nos dirigíamos de tan buena gana.


El modelo de viviendas y pueblos cambió radicalmente; desaparecían el cemento y la piedra y aparecían las cabañas de madera. Que había debajo de la nieve es algo que no nos paramos a constatar.


Yo conducía y observaba todo al más mínimo detalle. Sin embargo, no me percaté de lo limpia que estaba la carretera en comparación con los alredederos... y de que esa situación podía cambiar. Efectivamente, cambió. Una curva a la izquierda y repentinamente toda la carretera helada. Y digo bien, helada, no nevada. Perdí el control de la dirección y, por muy presente que tuviese que no debía pisar el freno, instintivamente lo hice, precipitando el vehículo describiendo un círculo hasta el lateral derecho de la calzada, donde fui capaz de controlarlo rozando solo ligeramente la barrera protectora de ese lateral. Antes de ser conscientes del peligro, echamos una ojeada al lago que nos hubiese acogido agradecido si no llegamos a controlar el vehículo. Nos permitimos el lujo de tomarle una instantánea.


Atenazados por el pánico a repetir la experiencia, y dando gracias de no haber chocado con ningún vehículo que viniese de frente ni habernos sumergidos en las gélidas aguas del lago, decidimos continuar hasta encontrar la primera gasolinera. Ese pequeño susto no nos iba a hacer desistir de nuestra empresa. Tras varios patinazos, pero ya más controlados gracias a la experiencia previa, alcanzamos la gasolinera, cuya dependiente ni tenía idea de cadenas ni hablaba demasiado bien el italiano, que no es que yo lo haga.

Afortunanadamente encontramos a un italiano acostumbrado a atravesar los alpes en automóvil que nos aseguró que era imprescindible que utilizásemos las cadenas durante todo el trayecto porque llevábamos gomas de verano y las necesitábamos de invierno. ¿Gomas de invierno? A ver, que soy de Las Palmas. Ni de invierno ni de verano, allí usamos gomas y basta. Total, que pillamos unas cadenas y ponerlas... fue otra aventura.


Las instrucciones no eran muy complejas, y lo que no entendía yo me lo aclaraba Jenni, haciendo gala de un instinto del que yo, desde luego, carezco. Congelados como nunca, conseguimos emprender la marcha más tranquilos porque llevábamos cadenas; el problema es que ahora no podíamos superar los 50 km/hora.


jueves, enero 12, 2006

 

Bérgamo, morada sobre el monte

Primer dolor de garganta serio desde que estoy emigrado; tampoco es para pensar en hacer testamento, pero igual si para hacerle una visita al doctor. Pero eso vendrá luego. Primero un post, que llevo un retraso considerable y quiero ya ponerme al día.

El día 11 de Diciembre tocó visita a Bérgamo, ciudad a menos de una hora de Milán en tren y con cierto toque veneciano. Sin canales ni góndolas por supuesto. Hacía un frío tremendo, a pesar del día soleado que podéis ver en las fotos.


Donde mejor me lo pasé, como un crío, fue en La Rocca, que se convirtió en sede de las tropas italianas y prisión para delitos comunes, tras la liberación de Bérgamo de los austriacos, que marcó el ingreso de la ciudad y su territorio en el reino de Italia. Eso fue en junio de 1859. No hace tanto.


Estas fotos las tomé pocos días antes de leer que Banyú se alzaba en armas en su post Belgrado (y cuarta parte). Ahora estoy preparado para hacerle frente. No os podéis imaginar la colección de soldaditos, tanques, artillería, aviones, etc., que tenía de pequeño. Poder jugar con ellos a esta edad me hizo rejuvenecer.


Llevábamos unos días buscando un árbol de navidad para decorar la casa. Pues antes de regresar de Bérgamo, topamos con un mercadillo. ¿Y qué encontramos en el mercadillo? Cosas del destino. Pues será Milán pequeño que compramos el árbol en Bérgamo y lo paseamos hasta Milán. Algunos nos miraban con una cara entre lástima y sorna. Ahora, que quedamos contentísimos con el rendimiento del arbolito. De hecho lo hemos recogido esta semana.



miércoles, enero 11, 2006

 

Llegó Jenni... y con ella la Navidad

Casi un mes que no la veía, desde el 19 de Noviembre. No, no, desde luego no hablo de la Navidad. Hablo de mi media naranja de Jennifer G. Que con esta carita me llegó al aeropuerto. ¡Qué linda! Dejádme disfrutar de este momento sin muchas críticas a mi cursilería, pero el amor es lo que tiene.

¿Dónde estará? Seguro que llega tarde...

8 de Diciembre, festividad de la constitución española y día que para Jennifer comenzó también la aventura. Nos queda casi un año por delante. Nuestra primera experiencia viviendo juntos e independientes. Una ocasión única para poner a prueba nuestra relación hasta de dar el siguiente paso. Además del amor, ahora otros valores se ponen a prueba. Ha pasado más de un mes desde su llegada, con momentos mejores y peores, pero todo apunta a que nuestra relación se fortalece y seguimos juntos con más ganas que antes.

Ese mismo día hicimos su primera visita nocturna a Milán. No podíamos dejar de ver el Duomo y la galería Vittorio Emanuele, que ya estaba decorada para recibir la navidad, donde luce este espléndido árbol decorado con 8000 cristales de Swarovski, que se ha convertido en todo un clásico de esta ciudad. Por cierto, a esta galería le debo medio post y una visita en condiciones.

Árbol de navidad Swarovski

Antes de abandonar la galería, no podía faltar el pisotón sobre las "partes sexuales" del la famosa imagen del Toro di Milano. El Toro es un diseño realizado en cerámica situado sobre el pavimento de la Galleria Vittorio Emanuele hace más de 200 años.

El Toro es fácilmente reconocible en el interior del ala principal; se trata de un mosaico de bella factura que además se convirtió en símbolo de la sexualidad y de la potencia sexual con supuestas cualidades afrodisiacas.

Para obtener estos supuestos beneficios, la antigua tradición milanesa dicta que se debe situar el tacón izquierdo sobre "las partes" del toro", actualmente se puede observar un pequeño socavón en lugar de las mimas de tanto pisotón, y girar sobre el talón 3 veces en sentido horario. Llegados a este punto se adquieren los poderes sexuales por el resto de la vida.

Actualmente ha perdido parte de su encanto y se supone que basta con realizar un pequeño giro con el talón sobre los nobles atributos para obtener suerte. Yo por si acaso giré las tres veces, que nunca se sabe.

Jennifer girando, ¿suerte o ...?

martes, enero 10, 2006

 

Monza, cuna de la civilización briantea

Martes día 6 de Diciembre: festivo sin planes. Un día frío y gris en Milán. Algo habría que hacer, ¿no? Lo más sencillo visitar alguna ciudad cercana aunque no presentase gran atractivo a priori. Umm, Monza. 15 minutos de tren y 1,5€ el billete. Parecía perfecto. En una par de horitas la veo y regreso, pensé. Craso error. Tengo que volver.
Esta ciudad, que a muchos sonará por su famoso velódromo, el circuito de Monza, tiene mucho que ofrecer. Es una ciudad pequeña, me decían. Yo, viniendo de Canarias, estoy llegando a la conclusión de que no hay nada pequeño en Italia. Pequeño es mi pueblo, con alrededor de 15.000 habitantes. Monza ronda los 130.000, ¡casi 10 veces más!

Los primeros indicios de núcleos urbanos en Monza rondan el año 50 a.C., seguramente una estirpe celta que se sometió al proceso de expación de César. Testimonio del paso de los romanos restan grandes construcciones civiles: puentes, calzadas y acueductos. Pero el mayor periodo de esplendor lo vivió Monza con la llegada de los longobardos.

Para conocer más de esta ciudad y su historia recomiendo visitar este enlace como punto de partida.

Os dejo algunas fotos de mi paso por Monza. La tranquilidad y la decoración navideña invitaban a imaginar un futuro en Monza. Delante del Palazzo Reale se ubica el Monumento a los caídos. Cuando visité la ciudad estaba en obras, y hace unos minutos me han contado que han encontrado ruinas romanas .

Monumento a los caídos

Unos de los mayores atractivos históricos de esta ciudad es su Duomo, situado, como no, en el núcleo histórico de la ciudad. De por sí ya tiene una historia digna de conocer, pero a mí lo que más me llamó la atención fue la Corona Férrea, alojada en la capilla teodolinga del Duomo y perteneciente al tesoro del mismo. Esta obra maestra de orfebrería contiene un anillo interno que según una antigua tradición, reforzada por la aprobación eclesiástica, está forjado a partir de uno de los clavos de la pasión de Cristo. Con ella se han coronado numerosos reyes y emperadores: Corrado di Svevia, Federico Barbarossa, Carlo IV di Boemia, Federico III d’Asburgo, Carlo V, Napoleone Bonaparte, Ferdinando I d’Austria, etc.

Duomo de Monza

Del tesoro de Monza, entre otras muchas cosas, lo que más me llamó la atención fue la vitrina de trofeos. Que no, que no, que son cálices. Pero si los llenaban de vino entre ceremonia y ceremonia no me extraña que la iglesia cometiese las barbaridades que cometió en su momento.

Colección de cálices

Por último, a eso de las 5 de la tarde, me acerqué a la villa y los jardines reales, con el fin de visitar el famoso autódromo. Pero a las 5.15 ya era completamente de noche y tuve que dar la vuelta, por lo que me resta otra visita, si no más, a esta entrañable ciudad.

miércoles, enero 04, 2006

 

San Siro

Imposible no recordar a mi amigo Celes mientras escribo este post, aficionado incondicional del AC Milán, de hecho el primero que conocí antes de llegar a este país. Ahora me aburro de contarlos.

El 6 de diciembre, mientras llegaba de Monza, oí tropecé con varios individuos con bufandas azules que hablaban en alemán y caí en la cuenta de que esa noche se jugaba el último partido de grupo entre el AC Milán y el Salke 04, en el que ambos se jugaban la clasificación.

Era una oportunidad única para visitar San Siro. Claro, que el partido empezaba a las 20.45 y eran las 19.30. Las posibilidades de conseguir entrada imaginaba que eran casi nulas, pero aún así, y a pesar del frío, me dirigí al templo del fútbol italiano, el Stadio Giuseppe Meazza.

Nada más llegar al metro ya se olía el ambiente futbolero. Casi todo el que a aquella hora andaba por el metro llevaba alguna bufanda o indumento alusivo al Milán. Sin saber bien donde se localizaba el estadio decidí que lo mejor era seguir aquella marea rojinegra. Y, efectivamente, tras coger un metro y sacar los codos en un bus para apenas coger aire, arrivé a las inmediaciones del estadio.

Afición milanista; arriba los tifosi

Tardé mas en bajar del autobús que un señor en intentar venderme las entradas; de unos 60 años, bien vestido, con varias entradas en la mano...me pedía 60 € por las entradas, pero al final según se acercaba el comienzo del partido, cedió hasta vendérmela en 20 € en el segundo anillo azul, cerquita para que nos entendamos.

Testarazo y primer plano de las estrellas

Casi lleno, con las dos aficiones volcadas por lo que se jugaban, era imposible no entregarse por completo a la euforia reinante. Y cómo disfrutan, o sufren, los italianos cada pase, cade regate, cada error... pasaban de los elogios a las críticas hacia el mismo jugador en cuestión de segundos, pero siempre insuflando ánimos a su equipo. La afición alemana, aunque no la disfruté tanto, no se quedaba atrás.

Al fondo la afición tedesca

Desde mi punto de vista merecieron más los alemanes, como conjunto, pero la calidad individual de los jugadores de la escuadra italiana acabó por decidir el partido a su favor. No soy muy aficionado a acudir a los estadios de fútbol, pero este partido me obliga a repetir.

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